La sabiduría de mis gatos
- mdehaquiz
- 7 feb. 2021
- 4 Min. de lectura
Tengo dos gatos, un calicó que llamo Maya y un atigrado que llamo Sami. Al observarlos me

doy cuenta que podría aprender mucho de ellos.
Es posible que además de tener una mirada tierna ellos tal vez tienen alguna sabiduría felina zen.
Maya es una gata muy amigable, siempre es la primera de llegar a la puerta para saludar. A ella le encanta estar cerca de nosotros y me acompaña por todos lados del apartamento mientras que hago los oficios cotidianos. Cuando finalmente me quedo quieta, ella aprovecha y toma una larga siesta. Su territorio es el comedor. El momento que los humanos se sientan ahí, ella llega con su “gurrrru” y dedica ese tiempo para pedir amor (que para ella son caricias y un poquito de aceite de coco).

Sami es un poco más independiente pero muy noble. A él si le encanta dormir todo el día y en la noche se dedica a cazar. El es muy consentido en las mañanas y en las noches, pero durante el día ignora nuestra existencia. Sami es cantante, especialmente cuando estamos dormidos, pero tiene la costumbre particular de cantar cuando visita la arenera.
¿Qué es lo que me enseñan estos divertidos gatos?
1. Cuando necesitas algo hay que pedirlo.

Yo era una de esas mujeres que me podría estar muriendo, pero no buscaba ayuda de los demás. Me convencía que yo podía sola, que yo era fuerte, no necesitaba a nadie y mis padres me criaron como una mujer independiente.
El orgullo nos convence que pedir ayuda es para débiles. La sociedad nos dice que debemos de ser independientes y somos separados de lo demás, de la naturaleza y del universo. Pero la verdad es que somos seres sociables, necesitamos estar y comunicar con otros. Es cierto que no hay que abusar, pero pedir ayuda es natural, porque no podemos hacer todo solos. Pedir una mano, y dar la mano cuando nos necesitan es parte de la razón que estamos aquí.
Estamos para compartir, trabajar, reír, discutir, comprendernos, y aprender juntos. Mejor dicho, esta vida es como una minga gigante.
2. Hay que tomar el sol todos los días.

Mis gatos persiguen el sol. Se emocionan mucho cuando brilla a través de la ventana y hacen sonidos de alegría.
Yo era de las que me barnizaba de bloqueador solar, me cubría con sombreros todo el tiempo y huía del sol. Resulta que ese temor excesivo al sol nos puede traer problemas graves. El sol nos da vitamina D que nos ayuda absorber el calcio que nos protege de enfermedades óseas. Además de evitar esa deficiencia, aquellos rayos gloriosos nos ayudan tener buen ánimo y energía.
Tenemos que tener cuidado con las radiaciones de ese inmenso astro que nos ilumina, y por eso es conveniente salir a las horas apropiadas, desde el amanecer hasta las 10am y de 4pm hasta la puesta del sol, al cual los rayos no nos afectan en una forma negativa. Yo hago el esfuerzo de salir todos los días por lo menos 15 minutos para ser más saludable.
3. Descansar es bueno y necesario.

Yo tengo la tendencia de sentirme culpable cuando decido hacer nada y me relajo un poco. Pero los gatos de casa me han enseñado que no hay nada mal en descansar. Es increíble ver como encuentran diversas posiciones, lugares y momentos para seguir en su duro labor del reposo. Si me ven arrimándome al sofá o sentada en algún sillón, aparecen medio dormidos para compartir el calorcito.
Bueno, claro es que no es necesario llegar al extremo de un gato. Pero cuando mi cuerpo me pide descanso, hay que obedecer. A veces 20 minutos es suficiente, y hay momentos que toca un día entero. Durante esos momentos de relajación, opto por hacer alguna actividad diferente dependiendo de cual es la fatiga. Si estoy cansada físicamente, una siesta es perfecto. Si estoy cansada mentalmente, medito o camino por la naturaleza. El arte y la lectura también son formas que uso para descargar estrés.
4. Hay que apreciar las cosas sencillas.

Yo me emocionaba mucho al ver un nuevo juguete para gatos y hubiera apostado una mano de que Maya y Sami les iba encantar. Siempre resultaba decepcionada. Ningún juguete costoso, colorido, y fabuloso les interesaba. Pero una caja de cartón de cualquier tamaño, pues eso si era lo máximo para estos dos felinos. Una tirita de lana, una bola de aluminio, una tapita de pasta dental o cualquier objeto prohibido era el deleite para ellos. Entre más sencillo más emocionante.
Un día soleado, un momento de arrunchis, una cobija suave, un escondite perfecto, una buena estirada, una galletica, morder una planta prohibida, un teclado de computador en uso, agua fresca, y un bicho volador son ejemplos de cosas sencillas que aprecian los gatos.
Me puse a pensar, ¿Qué cosas sencillas me hace sentir plena en esta vida física? Una taza de té, un abrazo, una llamada de mis hijos, una caminata al parque, el sonido de la lluvia, el canto de los pájaros, el olor de los árboles, un desayuno largo y tranquilo, un atardecer, un amanecer, una sopita de lentejas, la risa de un niño, sentir la brisa en mi cara, el calor del sol, y podría seguir en una lista eterna. Qué ejercicio tan bonito apreciar las cosas sencillas que tenemos cada día. Son momentos tranquilos, la mayoría gratis o por lo menos a un precio muy bajo.

La compañía de mis consentidos me alegra el día. Verlos jugar, cazar, y todas las posiciones difíciles que toman al dormir son parte de los pequeños regalos que me dan para hacerme sonreír.
Genial, me encantan los gatos.